sábado, 1 de mayo de 2010

En la mañana me ví atada, como todos esos días, a la emoción de lo que pasará en la tarde, pero esta vez con el presentimiento de algo raro, como si supiera que no aparecería. Hasta donde yo recuerdo estaba en campaña de hacerle caso a esos presentimientos, pero ayer me resistía, trataba de seguir adelante con mi vida mientras llegaba el momento. Incluso rechacé la invitación de mi amiga. Afortunadamente logré dormir algunas horas mientras esperaba largamente la llamada con el aviso de la negativa, o el citófono. Cuando desperté, se despertaba conmigo esa inmensa rabia, como de un animal herido. Porqué no me llamó para avisarme??!! Luego poco a poco traté de recobrar la calma, tomé mi habitual vaso con agua y me senté un rato en el computador. La rabia terminó de inflarse al darme cuenta: pudo conectarse y no me dejó ni un diminuto mensaje??!! un "no puedo ir" al menos??!! Entonces corrí al teléfono, para explotar y salpicarle un poco de mi desorden hormonal.

Pasó la tarde y continué con mi decisión de ir al concierto, aún sabiendo que estarían los monstruos de la laguna, y que quedaría indefensa cuando me vieran y se acercaran calculadamente para preguntarme sobre mi vida. Entonces me armé de ropa con actitud de triunfadora, aunque llegué tarde, como siempre. En el intermedio lo primero que ví fue al niño de sonrisa verde volteando su cuerpo hacia la salida. Qué hace aquí??!! también dí la vuelta y salí, antes de darles la oportunidad de parecer esperarlos. Oh, sopresa: aquel compositor de mis años anteriores, con su misma sonrisa y voz hipócritas. De nuevo me sentí amenazada por el monstruo, como en los viejos tiempos, pero me armé de valor y de lo que he aprendido con otros, y respondí con la misma hipocrecía, como si fuera uno de ellos. No pude quitármelo de encima el resto de la noche.

Fuímos a bailar. Qué parche más raro!! Con nosotros, los -de alguna u otra manera- estudiantes, venían dos de los monstruos, pequeños, manejables, pero monstruos. Ella se veía feliz con su amigo fiel, el que no le falla, y sin poder evitarlo a merced del monstruo, y yo me sentía la mujer más rara del mundo, porque estaba envuelta entre responder a las preguntas inquicidoras sin salir herida, y mostrarles un poco de lo que soy y de lo que no me importa si les gusta, aunque les guste. La marca de mi vida me preguntaba y yo le respondía como si nada hubiera pasado, como si en algún momento no me hubiera roto el corazón en trozos chiquiticos, y lo peor es que fue mi compañero en toda la noche, al menos lo más cercano a eso. Luego un monstruo creyó lanzarse a mi cuello, pero cayó cerca a mis pies por error de cálculo, casi alcanzaba a pisarlo. No tomé ni una gota, así que estuve medianamente sobria para alcanzar a dilucidar lo que veía, lo que pasaba y lo que sentía por dentro. Definitivamente fue un día lleno de emociones.

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