martes, 26 de abril de 2011

Y supe que te había perdido cuando ya estaba cerrada la puerta. El ruido cayó con un peso tal que no pude sacarlo de mi mente por los siguientes cuatro años.

Ahora aquí sentada trato de recordar las palabras exactas, tu respiración, el número de lágrimas que derramaste, la temperatura de tu cuerpo. Tanto haberte besado en medio de la noche y de las sábanas de tu cama. Tanto tiempo de añorar las cinco en punto mientras estaba en la oficina. Pero ese día no lo recuerdo. En una hora tengo la cita con el loquero para que me ayude a saber qué de ese día es lo que estoy buscando para sentirme tranquila, porque ni yo misma lo reconozco; solo se que desde que desapareció el sonido de la puerta, siento cierto delirio de persecución, como si algo que dejé olvidado en ese momento estuviera tratando de ser encontrado, tal vez bajo la cama, o en el tapete, justo al lado de la puerta donde me recosté para verte partir esa noche.