miércoles, 14 de abril de 2010

Hoy me acordé de tí, me llegó vívida tu sonrisa, se me revolvió todo. Solo un instante se encargó de moverme las entrañas primariamente cuando escuché aquella canción. Había estado huyendo de algunas cosas a las que por naturaleza soy sensible cuando de recordar se trata, pero esta vez fue simplemente inevitable; él ya venía subiéndole el volumen desde que yo llegaba, y había notado mi cara de fastidio cuando sonaba tu música; tal vez por eso arqueó sus labios y se le iluminaron los dientes cuando apuntó justo a la que más odio y a la que más amo al mismo tiempo. Entonces dije: esta combinación es una bomba, tenía que ser él... y cantando ese puto vallenato!! Esa frase desató mi avalancha. Ni siquiera alcancé a subir las escaleras con mi pierna chueca, cuando descubrí que las gafas estaban empañadas y ya no caminaba coja. Fue un acto de dignidad llegar al baño lo más rápido que pude con la conmoción. Entonces me recosté a una de las paredes y salieron unas cuantas lágrimas con rabia revueltas. Apenas si logré darme cuenta de lo que estaba pasando; no sé qué sentí, solo se que al menos algo me desahogué en ese minuto, algo al fin logró marcar la clave correcta para exteriorizarse, aunque fuera parcialmente. Ahora quedé un poco atormentada en el resto de la tarde, porque mi tímido pero furioso llanto no fluyó más de lo que se demoraron ellas en darse cuenta, porque así no lo creas, eres de los pocos que me ha visto llorar, tanto, y de los pocos que no creo que me vuelva a ver. Trataré de pensar en lo que pasó, en lo raro que fue, trataré de llorar un poquito más, y con rabia, para terminar poco a poco de perdonarte los errores tuyos y los míos, de perdonarte las circunstancias, de perdonarte los aciertos y las faltas, también de perdonarme por lo que te quise y por lo que no te quise, terminar poco a poco de decirte adiós.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario