lunes, 11 de septiembre de 2006

Simple y sencillo, como un niño que acaba de nacer, ni siquiera se preocupa por mirar a su alrededor, se ocupa de buscar la comida en su madre, que está agotada de intentar parirlo, cierra los ojos y llora porque le dieron un golpecito en la espalda para que sacara lo que probablemente tiene en el pulmón. Todo después se vuelve complicado, cada día, en cada segundo, el solo hecho de haber nacido ya lo condena a vivir la confusión que somos a medida que crecemos. Por eso me gustan los niños, porque no necesitan nada para ser felices, se asombran de todo, se ríen por todo, aunque, bueno, hay que aceptar que también lloran por todo, pero a diferencia de nosotros no les queda para siempre aquel recuerdo de ese día en que su madre no le compró el juguete que vió en el estante, no llora más de una vez por la misma cosa, es honesto, hasta en lo malo, solo cuando vamos creciendo es que aprendemos que hay cosas que no se "deben" hacer. Bueno, ya estamos del otro lado y eso no podemos cambiarlo.

2 comentarios:

  1. pero ahora podemos escoger de qué lado queremos estar.

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  2. muchas veces son los lados los que escogen donde ponernos y lo peor que que nos sorprendes al igual que si fueramos niños con la diferencia que nosotros si reiteramos el llanto

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