sábado, 13 de mayo de 2006

Dime en algún momento de esas soledades en las que intentamos ser sinceros, dime qué quieres, dime qué quiero, explícame esa manera tan extraña y peculiar en la que nunca decimos nada y siempre queremos hacerlo todo, explícame cómo puede ser posible que a pesar de debanarme los cesos en un intento fallido por entender tus tantas y variadas preguntas y respuestas no logre acercarme en lo más mínimo a eso que callas con tanto recelo. Explícame, mejor, si es que aún así no quieres callar tus silencios, si es que el mundo no te deja pronunciar ni una sola palabra cómo es que yo sigo en el mismo puesto ya después de tantos otros superados con el tiempo y la vergûenza. Dime en algún día de esos en los que nos encontramos sobre todo por casualidad, aunque con un dejo de causalidad indirecta e imprecisa que por lo general nos lleva al mismo punto muerto porque aunque nos forcemos ni siquiera ahí nos salen las palabras, cómo es que siento que no pasa el tiempo, y en vez de eso retrocede a cuando no había llorado tanto, y me muerdo la lengua de desesperación cuando caigo en cuenta que el tiempo si pasa, y por más a gusto que me encuentre siempre busca la manera de devolverme al piso, y no siempre caigo de pie.

Explícame entonces porqué nublas tus palabras y a la final nunca dices nada, explícame entonces.

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