viernes, 12 de mayo de 2006

Viernes 12 de Mayo del 2006

Tantas cosas qué decir que ya no puedo recordarlas todas, momentos que aveces me vienen a la mente como recuerdos perdidos en algún lugar de la imaginación, aquella canción que me regalaron y no quería que fuera mía, aquellas palabras que volvieron mi vida una juventud convencida de que nunca nadie había sufrido tanto aún siendo conciente que no es cierto, las nobles palabras de alguien para quien me creía muerta en vida, la sonrisa inclemente de cuando recuerdo las paredes verdes y blancas en donde pude haber sido otra, las miradas punzantes de quienes "quieren lo mejor" para una estudiante como yo, las frases de aliento que me han sacado del fango más profundo en mi corta y tan sin sentido existencia, las hoy después de todo persistentes vidas que han sabido permanecer a mi lado, o que en su defecto han permitido que yo lo haga, los besos imaginados o nunca dados de tiempos en los que la claridad mental no estaba establecida, contando con que ahora tampoco lo está. Me recuerdo, me recuerdo viva, con llanto imposible de trancar en las mejillas, y un aura clara que dejaba salir todo lo de adentro. Ahora presa del intento frustrado de madurez aparente que muestran las personas "grandes" no puedo ocultar la falta de yo que se disimula con locuras y ademanes propios de mi existencia y ajenos a todo cambio que en mi pudiera darse; solo de tanto en tanto me encuentro a mi misma en las soledades eternas que por obligación cumplo en ritual de duelo digno frente a mi "insufrible" juventud, pero me resisto a siquiera por confusión volver a cometer los mismos errores que por ser yo han sido inevitables y he tenido que llorarlos varias veces solo porque mi yo siempre quiere sacarlo todo y estar limpio, sano, algo así como salud mental; supongo que igual siempre estallo, ya no con tanta frecuencia como para no pensar en qué fue lo que hice mal y tratar de tenerlo presente para cuando vuelva a tener la oportunidad de no hacerlo, generalmente en un teléfono, hablándole a alguien imaginario que parece ser mi amigo o al menos con ganas de serlo al otro lado del cable, porque como ya es sabido el ritual de mis soledades es largo y lento.

Sin destino alguno, y posiblemente solo a quienes quieran recibirlo.

Amía

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