viernes, 29 de noviembre de 2013

3 a.m. y ella despierta de una pesadilla. No recuerda bien qué fue lo que la asustó tanto pero ahora está despierta, debe dejar de pensar para conciliar el sueño.
Comienza a sentir el calor al otro lado de la cama y mira la mesita de noche que está frente a sus ojos; la habitación es tan pequeña que solo tendría que ponerse de pie para abrir la puerta.
Él duerme tranquilamente. A decir verdad, quien siempre se despierta a mitad de la noche es ella, y no deja sus fantasmas en paz; tal vez por eso nunca puede dormir tan bien, porque mastica y rumea los pensamientos uno a uno y se hace una maraña gigante en la cabeza.

Cuidadosamente se incorpora y busca la perilla de la puerta. No puede dejar de pensar que aunque él no esté muy consciente de ello, es el dueño de todos sus defectos y sus miedos; es quien los custodia y los deja salir a tomar el sol por unas horas. También es él quien se los arrebata por un tiempo cuando le arranca la ropa y besa su pecho: su respiración se vuelve más profunda y jadea o chilla como un perro, siente que muere y llega al cielo, cree que en esos momentos, de alguna manera extraña hace parte del cosmos, y ve todo y nada al mismo tiempo.


A veces es difícil llegar a él, porque ella no sabe bien dónde está su alma cada día. Él es paciente y le da pistas para que se encuentre, porque sabe que en realidad es ella quien está perdida de sí misma, de su amor, de su Dios, aunque lo tenga al frente. Pero el amor la encuentra a veces y la llena. Él no está muy seguro de lo que ella siente porque a veces sus miedos son más grandes que el amor que le tiene. Pero su amor la sigue y la encuentra siempre, así ella no se encuentre. Su amor cobra vida y la ama al olerla, al sentir su calor, al oír su respiración.

Pensar en tenerlo todo el tiempo sería doloroso, no podría soportarlo. Así que ella solo navega por el día imaginando felicidades y evadiendo las tristezas, distrayéndose un poco para no darle problemas a la mente, porque cuando la atrapa no puede dejar de temerle al futuro, a que lo ame tanto, a sentirse amada, al dolor de perderlo eventualmente. Porque así será: tarde o temprano ella misma podría cansarse de verlo dormir y sentir su calor en la cama, o él podría encontrar mejores senos y ropa más ligera, o la muerte se lo arrancaría de los brazos en su último aliento –casi nunca pasa que las parejas mueren juntas. En todos los horizontes ella pierde.

Se acabó la manzanilla y busca algo en la nevera para beber que la duerma y le duerma la mente. Tal vez si pudiera dormirla para siempre podría amarlo sin temor al futuro.

Hay leche. No es la mejor opción pero podría funcionar al menos por unas horas hasta que amanezca.

-¿No puedes dormir otra vez?. -Estaba de pie sobre las escaleras-
-No

Bajó con somnolencia.

-Me hacía falta tu calor.
-Yo te veía a mi lado en la cama y ya no pude dormir más. Ya sabes...
-Sí. Vamos a la cama, quiero abrazarte.
-¿Vas a esperar a que me duerma?
-Sí.
-Entonces vamos.

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