jueves, 17 de octubre de 2013

Estos poemas 
los desencadenaste tú, 
como se desencadena el viento, 
sin saber hacia dónde ni por qué. 

Son dones del azar o del destino, 
que a veces 
la soledad arremolina o barre; 
nada más que palabras que se encuentran, 
que se atraen y se juntan 
irremediablemente, 
y hacen un ruido melodioso o triste, 
lo mismo que 
dos cuerpos que se aman. 

Son dones del azar o del destino, 
que a veces 
la soledad arremolina o barre; 
nada más que palabras que se encuentran, 
que se atraen y se juntan 
irremediablemente, 
y hacen un ruido melodioso o triste, 
lo mismo que 
dos cuerpos que se aman.

Pedro Guerra.

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