martes, 7 de febrero de 2006

Cuento cuántas veces conté cuentos y sigo pensando si lo hice bien, si tal vez en algún murmullo de la tarde ella sonrió y me dijo que ya basta, si me miraba de lejos, así creyera que estaba cerca, y hoy la recuerdo como una sombra deambulando por las calles rosadas de su cabeza, la veo y luego se esconde como pidiéndome que la busque, y no solo eso, que la encuentre, que encuentre ese pedazo grande que se perdió y se la llevó a ella, que ahora está como aguja en un pajar incluso siendo tan grande como es. No se cuántas veces la miré a los ojos y vi millones de estrellas brillando bajo sus pies, con la luna metida en su cabeza. La extraño, me hace falta ese intento frustrado de niña mala que quiere ser, echo de menos su mirada perdida en el azul oscuro que piensa en el pasado, en el amarillo inmenso que revienta de alegría y deseos de vivir. Ahora está vencida, trata siempre de encontrar una salida para seguir adelante con todas esas ganas que hoy intenta tener para vivir, ahora está perdida de ella misma esperando a que la encuentren entre el frío del verano, y en las flores del otoño. La encontraremos, lo se, o tal vez no lo se, pero lo espero, lo pido, lo necesito.
Todas esas, todas estas, todas nuestras, todas todas las palabras que dijimos sin decir y sin desconfiar, sin tratar nunca de volverlas realidad, ni de mentirlas, ni de pensarlas, ni de atrofiarlas con palabras al ladito que disimulen el sentido, todas esas me hacen falta, todas esas de nuevo quieren estar conmigo, y yo, yo quiero estar con ellas.

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