jueves, 6 de octubre de 2005

La depresión más absurda viene siempre de adentro, cuando en el fondo no hay sino algun sentimiento extraño con el que no podemos convivir, y a veces no es suficiente llorar, a veces no basta con querer dejarlo atrás, tenemos que sacarlo y ahogarlo con nuestras propias manos, ahogarnos con nuestras propias manos, hasta que muera, sin morirnos nosotros. Y no recuerdo la última vez que lo hice, no recuerdo la última vez que pude cogerlo por el cuello y apretarlo hasta caer desvanecido entre las sombras de eso que fue y ya no es, no recuerdo ni siquiera la última vez que mis ojos se aguaron y botaron todo eso que llevaba dentro; no, no lo recuerdo. Se me olvidó amar, se me olvidó pensar lo que podría llegar a hacer por una sola persona, se me olvidó perdonar por los errores que hasta yo misma cometí alguna vez, ese color azul con que pintaba la vida antes de cumplir los 16, olvidé esa seguridad con la que creía poder tener el mundo en mis manos en un solo paso, lo olvidé, todo eso lo olvidé, y a cambio encontré muchas otras cosas en la vida que pueden llegar a ser reales, pero que desinflan mucho más de lo que tal vez con cierto esfuerzo yo puedo soportar, y aún así lo soporto y lo llevo conmigo a todas partes, vive en mi casa y se mete en mi cama, me fastidia la vida todo el tiempo, aunque ya no esté tan fastidiada, me acostumbré a darme por vencida antes de dar la batalla, a quedarme quieta, a no decir nunca nada...

1 comentario:

  1. amiga, te entiendo.
    Da rabia que se tenga que comer callado...
    pero te quiero.

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